Esta semana visitamos La Mandarra de la Ramos, un local situado en la concurrida calle San Nicolás y conocido por su extensa barra de pintxos y su decoración cien por cien pamplonesa. Una foto del encierro impresa en su suelo y los jamones colgados del techo nos dan la bienvenida a este bar que, además de por su gastronomía en miniatura, es también escogido tanto para degustar sus menús como su carta de raciones y platos.
Tras un laberíntico recorrido por sus tres comedores —del primero a los dos siguientes está la incomodidad de tener que pasar de largo por los baños mientras la gente hace cola para aliviar sus necesidades fisiológicas— nos sentamos a observar una carta. Ésta, aunque no cuenta con demasiada variedad, está claro que encarna el valor de la comida tradicional navarra, la del delantal manchado de la abuela.
En nuestro caso pedimos pulpo a la gallega, huevos rotos con chistorra, tostada de hongos y foie, ensalada Lola (con gulas, gambas y hongos) y hamburguesa full equipe. Los cuatro primeros platos, estandartes de una buena cocina casera, fueron las posibles mejores elecciones. Destacó sobre todo la tostada, poderosa de sabor y con una gran cantidad de materia prima. La hamburguesa —de la que sentimos no tener foto— fue la mala sorpresa. Se sirve en pan de bocadillo y con la carne cortada por la mitad, lo que la afea además de perderse entre la gran cantidad de lechuga y tomate puesto en el pan.
En cuanto a sus menús, tanto el del día como el del fin de semana continúan con la filosofía del lugar, dándole importancia tanto a las verduras como a las carnes locales, tratadas con la mayor atención posible y respetando los sabores tradicionales, sin enmascararlos, dando ganas de entrar a la cocina y preguntar por la Ramos para darle la enhorabuena.
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