Esta semana seguimos ampliando nuestro mapa y visitamos el barrio de Iturrama. Establecida como zona universitaria por su cercanía a la Universidad de Navarra, todas las terrazas de los bares que veas por allá es porque o la cerveza es barata o se come bien. Con el objetivo de volver a vivir esas noches de cañas, visitamos Shamrock, en plena plaza Félix Huarte.
Shamrock es una cervecería clásica, con ambiente recargado en el interior. Es un buen lugar para juntarse a ver el fútbol, picar algo, pedir una cerveza… Y es ahí donde entra una de mis preferencias: es el único lugar de Pamplona donde sé que sirven Moritz. Esta cerveza barcelonesa es una de mis preferidas, por lo que de vez en cuando me gusta volver allí para probarla.
Mi principal sorpresa al entrar en Shamrock fue el cambio de carta. La verdad que la anterior necesitaba un cambio no por la gran lista que albergaba, sino porque en ella había hecho mucha mella el paso del tiempo. Ahora, un papel plastificado —sin diseño, más cutre pero al menos se mantenía entero— mostraba una variedad más limitada pero continuaba siendo atractiva.
Al ser varios los amigos que nos encontrábamos en la mesa, pedimos para picar unas patatas con queso y bacon y una cazuela de provolone con tomate y pesto. Respecto a la primera, todavía recordaba las grandes raciones que servían ahí, pero lo cierto es que han mermado bastante. Respecto a la segunda, me apetecía probar algo nuevo de la carta. Sin embargo, tardamos en poder hacerlo ya que no traían pan. Tras reclamarlo, nos sirvieron apenas tres bollos para seis. Así que tuvimos que volver a pedir más…
Después de pringarnos totalmente al lanzarnos a la cazuela cuyos ingredientes por sí solos no decían nada pero mezclados sí que ofrecían un buen sabor, llegaron los segundos. El problema es que la entrega llegó a plazos. Primero los bocadillos, luego algunas hamburguesas… y diez minutos después de esa primera tanda, faltando dos platos, trajeron uno equivocado. Los que ya estábamos servidos tuvimos empezar a comer para que no se nos quedase frío, mientras los demás miraban con recelo. Finalmente, llegaron también los suyos y pudimos compartir las experiencias.
Los bocadillos, servidos en crujiente y ancho pan cristal, son notables, destacando el de ternera con bacon y cebolla caramelizada. En cuanto a las hamburguesas, lo más destacable fue que se sirven con boniato frito y no con patatas. Para quien no haya probado esta patata dulce, tiene un sabor espectacular y os recomiendo sustituir las patatas de vez en cuando.
En cuanto a las hamburguesas propiamente dichas, nada del otro mundo. La de tres quesos se comía el sabor de la carne, que tampoco estaba especialmente sabrosa aunque fuese de chuleta. En la mezcla con foie, apenas se notó éste, aunque sí que le dio un toque especial el tomate confitado. Las cervezas de después de la cena y el ambiente universitario que se respiraba fue lo mejor de la cena, lástima que el servicio hubiese empezado la fiesta antes.
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