Con solo ver su nombre ya se intuye que la Taberna Cocotte va de eso: comida casera. La olla de hierro que da nombre a este restaurante es de sobra conocida por ser utilizada en guisos y estofados, aquellos que estaban horas en el fuego (maldita olla exprés que nos ha quitado eso) y que estaban incluso mejor al día siguiente.
Con lo apresurado de nuestro día a día hemos perdido el probar aquellas cocciones lentas en el día a día, y por ello tenemos que salir fuera de casa para volver a degustarlo. Y una de las mejores opciones es Cocotte Taberna, un establecimiento que antes se encontraba en el centro de Pamplona, en plena calle Estafeta, pero que tras no poder asumir el coste del local por la pandemia se trasladó a la calle Abejeras, además de regentar ahora el restaurante del Hotel Tres Reyes bajo el nombre ‘La Cuchara de Martín’. A pesar de los cambios de emplazamientos y nombres, en lo que sigue siendo especialista es en guisos y arroces.
A pesar de encontrarse en pleno Casco Viejo, tanto el menú del día (22 euros) como el de fin de semana (30 euros) no tiene precios excesivos de acuerdo a su calidad, especialmente de viernes a domingo, cuando incluye cuatro entrantes, un plato principal, postre, café y bebida. Ésta es la opción que escogimos para descubrir la Cocotte.
Comenzamos con la txistorra de Arbizu, el primer entrante. La presentación fue un poco pobre (ver los dos trozos en un plato grande era un tanto desolador), pero igualmente rica. Seguimos con una ensalada de txipirones y alioli, y una minicocotte con setas, coulis de patata, yema de huevo y crujiente de cebolla, muy parecida al legendario pintxo del Bar Gaucho. Terminamos los entrantes con un abundante plato de jamón con panecillos tostados untados de pan tumaca, un aperitivo que nunca falla.
Una de las pocas pegas que pusimos fue la celeridad con los entrantes, ya que sin terminar uno ya nos estaban sirviendo otro, pero también es cierto que fuimos al último turno (comenzamos a cenar en torno a las 23.00 horas), por lo que en cocina se dieron prisa por terminar nuestra mesa. También hubo un problema con el excesivo calor, ya que no funcionaba el aire acondicionado, pero en todo momento el servicio estuvo preocupado por si podían cambiarnos de mesa.
Volviendo a la mesa, pedimos como platos principales un risotto de hongos y un secreto con salsa a la pimienta, ambos muy correctos, especialmente el arroz, un producto del que intentaremos ampliar la información ya que cuentan con una carta de arroces para mínimo dos personas que todavía no hemos probado.
Para terminar nos ofrecieron un coulant (el interior no estaba líquido pero sí muy cremoso, algo que nos gusta más que no tener casi que untar) y algo fuera de carta, cosa que siempre se agradece muchísimo: unas cerezas. Es temporada de disfrutar esta maravillosa fruta, y estos detalles, además de agradecerse, son una muestra de lo que es Cocotte: poder disfrutar fuera de casa como si sería la de tu abuela.
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