La Hacienda

La Hacienda: la espera mereció la pena

Como reza nuestra descripción, Pamplona Gastronómica es un blog de servicio público cuya función es descubrir nuevos lugares en nuestra ciudad siempre a través de críticas constructivas. No estamos para despotricar, sino para exponer nuestra experiencia en los lugares que visitamos. Es por esto que nunca nos gusta destacar los malos servicios, pero en casos como éste nos vemos obligado a hacerlo. En una noche de verano nos pasamos a analizar La Hacienda, un restaurante con distintos ambientes (bar, asador y terraza) que ya habíamos probado varias veces, pero ninguna con una experiencia tan mala como esta.

Nos sentamos en la terraza esperando poder cenar allí, pero tras casi media hora sin ser atendidos tuvimos que preguntar a los camareros si era mejor ir adentro ya que en las mesas de fuera solo los habíamos visto recoger. Tras cambiarnos a una nueva mesa, esta vez a cubierto, de nuevo tuvimos que esperar alrededor de otro cuarto de hora, cuando volvimos a la barra para al menos observar las cartas ya que no nos las habían puesto. Nos contestaron que no sabían dónde estaban.

No nos quedó más remedio que resignarnos y esperar a que fuese el camarero el que viniese a la mesa, algo que ocurrió pasados alrededor de otros veinte minutos, lo que sumó una hora desde que nos sentamos hasta que nos atendieron. Todo un ejercicio de paciencia que nunca nos había ocurrido.

Al menos, esa espera se redujo después gracias a que la cocina sí que funcionó correctamente. Desde que nos tomaron la comanda hasta que nos sirvieron la comida pasó mucho menos tiempo que el que estuvimos esperando. Llegaron las patatas con queso y bacon -un buen entrante aunque se sirvió a la vez que los principales-, junto con dos sándwiches, un bocadillo y una sepia a la plancha.

Centrados ya en la comida, cabe decir que la carta es bastante escasa pero todo lo que elegimos estuvo correcto, recalcando el bocadillo de pechuga de pollo, cebolla pochada, salsa de setas y queso gratinado, ingredientes que dentro del pan tostado creaban una agradable amalgama de sabores. Por encima de lo normal estuvo también la sepia a la plancha, servida con un crujiente de gamba delicioso.

En cuanto a los dos sándwiches, servidos ambos con patatas fritas, solo destacó el Club, especialmente por su sugerente emplatado cortado en cuatro. Nada que recalcar del vegetal, cuyo margen de maniobra en la elaboración es escaso. Salimos bien cenados y sin hacer casi daño a la cartera, pero muy tarde. Al menos la espera mereció la pena.

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