Quizá a veces abusamos de la palabra descubrimiento, pero es que nos encanta. De hecho, es el fin por el que nació Pamplona Gastronómica: encontrar joyas gastronómicas en la ciudad que no son muy conocidas entre la mayor parte de la población y difundirlo para que todo el mundo pueda disfrutar de ellos. Por eso nos enorgullece hacer entradas como esta: la de Lanbroa.
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Crónica La Cuchara de Martín
Y es que Lanbroa es todo lo que engloba un descubrimiento: un sitio popular pero que no está en el ideario colectivo de la ciudad, con una cocina con ideas originales que fusiona la tradición con lo internacional y, además, con precios muy económicos. Y es que ningún plato de la carta supera los 14 euros, lo que lo convierte en una opción muy apetecible para quienes buscan calidad sin dejarse el bolsillo en el intento en una época en la que salir a comer o a cenar se está empezando a convertir en un lujo.
Lanbroa se esconde en el corazón del Casco Viejo de Pamplona, muy cerca de la mítica calle Jarauta. Es un bar que, a pesar de su pequeño tamaño, esconde, como ya hemos avanzado, una propuesta gastronómica diferente, original y sorprendente. Nos habían hablado de su menú del día, que incluye tres platos, pero nos acercamos para probar su carta, llena de raciones, tostadas y tacos en una noche en la que nos envolvió la satisfacción de haber encontrado un tesoro.
Para empezar, quisimos probar algunos de los entrantes que más nos llamaron la atención de su carta, y la verdad es que todos ellos no se quedaban en ingredientes atractivos, sino que nos sorprendieron desde el primer bocado.
Abrimos la noche con unos nachos muy especiales, muy alejados de los convencionales con queso gratinado, tomate, y bacon o carne picada. La versión propia de Lanbroa, llamada mariconachos, combinaba guacamole, salsa de queso, remolacha, boquerones en vinagre y jalapeños. Una mezcla que, sobre el papel podía parecer un tanto arriesgada, pero que en la práctica funcionaba a la perfección. Crujientes, frescos, ácidos y picante en un solo bocado, ¡y vaya si nos gustó!
Después, pasamos a un plato algo más contundente: boniatos asados con papada y crème fraîche –crema agria– de pepinillos. Una combinación de dulce y salado, con la frescura de la crème fraîche contrastando con la untuosidad del boniato y la intensidad de la papada. Uno de esos platos que, cuando recuerdas, te hacen volver a salivar.
Pero si hay un plato que nos encantó por su originalidad fueron los torreznos con hummus, queso curado de oveja y emulsión de piparras. Sí, puede parecer una mezcla poco habitual, sobre todo cuando cuentas con una materia prima que poco necesita para destacar, pero fue un auténtico espectáculo. El crujiente de los torreznos, el sabor intenso del queso y el punto ácido y picante de la piparra creaban un bocado de esos que te hacen cerrar los ojos, asentir con la cabeza y dejar la mesa en silencio durante un rato para romperlo con un: “qué bueno está esto”.
También probamos su pan de focaccia relleno de guanciale, un plato rico pero que pasó desapercibido por lo que vino antes y, sobre todo, por lo que vino después.
Porque además del menú del día que hemos mencionado, si hay algo por lo que se le conoce a Lanbroa y que no se puede ir y dejar de probar, son sus tostadas. En la carta hay varias opciones, todas ellas con combinaciones de ingredientes que llaman la atención, pero nosotros nos decidimos por dos.
La primera fue una tostada de gorgonzola y bacon, una apuesta segura con dos ingredientes de sabor potente que, juntos, crean una combinación de esas que no fallan. Si eres amante de los quesos intensos, esta es la tuya.
La segunda fue ‘La Pijotera’ y ahora entenderéis el por qué del nombre. Lleva mascarpone, champiñones laminados, crema de foie, aceite de trufa blanca, pimienta negra y albahaca fresca, una combinación sofisticada con ingredientes que no comes todos los días. Como no podría ser de otra manera, fue un auténtico espectáculo: cremosa, aromática y con un equilibrio de sabores perfecto. Para los que disfrutan de tostadas con personalidad, esta última es, sin duda, una opción que merece la pena probar.
Por último, no podíamos irnos sin probar otra de las especialidades de la casa: los tacos. Ante una variada oferta nos decantamos por los untamorros, una combinación clásica pero igualmente espectacular, con costilla a baja temperatura con salsa barbacoa casera. Un plato que bien podría estar en la carta de cualquier restaurante mexicano de Pamplona o incluso del país azteca. La carne estaba jugosísima, deshecha y llena de sabor, y la salsa barbacoa aportaba el toque justo de dulzor y ahumado. Un acierto total.
Terminamos con el toque dulce de una tarta de queso que, si bien parecía algo tosca, resultó ser muy cremosa y con buen sabor, y un bollo hojaldrado con helado con el que terminamos de lo más satisfechos.
Y al salir de Lanbroa lo que primero nos entró son ganas de volver. Y no es algo casual. Es un bar que, sin hacer mucho ruido, se ha convertido en una joya escondida en el Casco Viejo, gracias a su cocina atrevida, su ambiente acogedor y sus precios más que razonables.
Carta Lanbroa
Vídeo Lanbroa
@pamplonagastronomica Esto fue todo un DESCUBRIMIENTO 🤟🏼 Original, sorprendente, rico y muy bien de precio: ¡Bar Lanbroa! 🧐 #pamplona #iruña #nachos #nachosconqueso #tostada #tostadas #tacos #tacosmexicanos #tartadequeso #torreznos ♬ sonido original - Jhey 🙂








