Hay locales que no necesitan ser enormes para dejar huella, y sobre el que va esta entrada, La Growlería, es un buen ejemplo. Situada al final del II Ensanche, justo enfrente del colegio Jesuitas, esta cervecería es uno de esos sitios en los que cada visita se convierte en planazo.
El local es pequeño, en su interior cuenta con unas pocas mesas y, afuera, con una terraza con varios sitios más y que es ideal para las tardes de buen tiempo. Pero es su carta y su ambiente lo que te hacen sentir como en casa… Aunque con mejor cerveza.
Respecto a la oferta de comida, es amplia, con opciones de picoteo, ensaladas y hamburguesas, pero en nuestro caso siempre acabamos cayendo en los mismos platos. Y es que cuando algo funciona tan bien, cuesta cambiar.
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Crónica La Growlería
Porque si algo define a La Growlería son sus 15 grifos de cerveza, una amplia variedad que hace que siempre tengas estilos distintos que probar y con diferentes tamaños. Desde IPA hasta cervezas negras, pasando por lager, perfectas para los menos atrevidos. Y lo mejor es que, si encuentras tu favorita, puedes llevártela a casa gracias a su botella ‘growler’ reutilizable, que por un precio de 12 euros te permite rellenarla de tu cerveza preferida y disfrutarla en casa cuando tú prefieras con la misma frescura que en el bar.
Para empezar, los nachos de La Growlería son casi obligatorios. Aquí no hay atajos: los totopos son caseros, crujientes y con ese sabor auténtico que no encuentras en versiones industriales. Vienen acompañados de guacamole fresco, una mezcla irresistible de quesos cheddar y mozzarella, pico de gallo y, la joya de la corona, carne de entraña a la parrilla. Tierna, jugosa, con un punto de brasa que la hace adictiva. Un entrante que, sinceramente, podría pasar por plato principal.
El otro imprescindible son las patatas gratinadas al estilo Growlería. Una montaña de patatas con salsa cheddar, mozzarella fundida, salsa barbacoa, sal de bacon y chorizo ahumado. Un combo potente, sabroso y perfecto para compartir (o no, según el hambre que tengas).
Pero si hay un apartado donde La Growlería brilla, es en las hamburguesas. Las nuestras de cabecera son dos: la Melanoidin, con carne de angus, queso, bacon, lechuga, tomate, cebolleta y un huevo frito que explota y lo impregna todo de cremosidad; y la Victory, más elegante y con un punto diferente, gracias a la rúcula, el queso provolone, la cebolla caramelizada y un alioli ahumado que redondea el conjunto.
Y aunque estas dos nunca fallan, de vez en cuando lanzan hamburguesas especiales que merece la pena probar. La más sorprendente que hemos comido aquí y que sigue en carta es la Brutalizer XX5: pan brioche negro, carne de angus, mayonesa, cheddar, doritos triturados y, atención, mermelada de txistorra con cerveza negra. Una locura controlada que suena contundente pero que en boca resulta equilibrada, con el toque inconfundible de este embutido navarro que nos encanta.
Todo esto acompañado, claro, de una buena cerveza de grifo. Esa es la magia de La Growlería: maridar entrantes llenos de sabor y hamburguesas potentes con cervezas perfectamente tiradas.
La Growlería no es un local grande, ni falta que le hace. Su encanto está en el ambiente cercano, con un equipo atento y que te explica lo que necesites; en su estilo informal, en la barra repleta de grifos de cerveza y en una cocina que sabe lo que hace. Es un sitio que combina lo mejor de un bar de barrio con el nivel de una cervecería especializada.
Carta La Growlería
Vídeo La Growlería
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