Con la llegada del frío y las lluvias otoñales nos vemos obligados a ampliar la sección de cafeterías. Estos lugares se convierten en nuestros refugios de las frías mañanas y tardes, acogiéndonos con su calor tanto humano como gastronómico. Si la última vez hicimos una entrada sobre El Panadero de Eugui, esta vez descubrimos un pequeño y coqueto local en plena calle del Pozo Blanco, el Café Fika.
Su bienvenida nos la da un escaparate que encierra un auténtico placer, especialmente para los más golosos. Esa vitrina es el hogar de varios bizcochos, bocadillos y cookies, totalmente caseros y cada uno con una pinta todavía más apetecible que lo anterior.
Nuestra complicada elección al ver la gran variedad de opciones fue primero una cookie clásica y después una porción de tarta Red Velvet. Los camareros, cercanos y atentos, sirven a la mesa cuando han preparado la comanda, una ocupación que parecía que se había perdido en las cafeterías modernas, donde solo atienden en barra.
Acompañados de dos buenos cafés degustamos la galleta, de mediano tamaño y cubierta de pepitas de chocolate cerca de estar derretidas. Ésta no era todo lo crujiente que estamos acostumbrado con las cookies industriales, pero con un delicioso y blando interior.
En cuanto a la porción de Red Velvet, tenía un espectacular sabor con un final a frutas del bosque, parecido a comer un yogur de este sabor pero en forma de bizcocho. Está cubierta de una fina, dulce y crujiente buttercream, al estilo de la carrot cake, que también está deliciosa. Éstas fueron nuestras elecciones, pero a Café Fika le queda mucha vida para poder degustar las demás opciones de un escaparate repleto de placer.

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