Hoy nos toca escribir una entrada de las que es un placer escribir. Generalmente, en una ciudad como Pamplona, donde es raro que restaurantes te sorprendan de forma negativa, es complicado resaltar diferentes aspectos de nuestras visitas más allá de la calidad de la materia prima, el lugar, o el precio. Pero hoy será un placer descubriros un lugar que nos encandiló totalmente: La Bankada.
Crónica La Bankada
En Pamplona Gastronómica nos gusta comer, y mucho, pero sobre todo nos gusta que nos sorprendan. Y La Bankada lo hizo. Es diferente a todos los lugares que hemos probado. Tiene la estética de un restaurante, pero con el punto desenfadado y la filosofía de compartir de cualquier cervecería. En su carta puedes ver opciones tradicionales, pero aderezadas con un toque asiático y una presentación igual de currada que en cualquier local de vanguardia. Ellos le llaman ‘taska’. Con esa calidad, pueden ser lo que quieran.
Nuestra visita comenzó con una buena explicación del personal sobre la filosofía del lugar. En su carta cuentan con entremeses fríos, templados y calientes, y también tienen sugerencias fuera de carta. De la cocina salen los platos de uno en uno, y el cálculo perfecto es pedir un plato para cada comensal más uno para compartir entre tres o cuatro personas —así, además, dejas hueco para el postre—.
Nosotros nos decantamos por dos platos de cada apartado de la carta, comenzando por unas zamburiñas que tenían todo el sabor del marisco pero bañadas por el toque asiático de un caldo dashi y unas setas shitake que las hacían realmente deliciosas.
A ellas les siguieron unos puerritos muy bien limpiados y cocinados, tanto que eran más parecidos a unos espárragos de los del mes de mayo. Además de su suave textura, nos sorprendió lo rico de la emulsión de escabeche casero de mejillón que les acompañaba, que junto a las sardinas lo hacían un plato realmente delicado.
El primero de los principales, el mogote, fue toda una decisión tomada por la confianza depositada en el magnífico personal de La Bankada. Nos contaron que es un plato típico de Extremadura, que no se ve mucho por estas tierras del norte donde somos más de guisar otras partes del cerdo como las carrilleras. En su versión, este cabecero de lomo está guisado durante cinco horas, lo que hace que se deshaga en boca junto a su jugo y una patata rota. Un bocado meloso increíble.
La parte salada la finalizamos como empezamos, volviendo a Asia. En este caso lo hicimos con unos udon con txipirones, salsa de tinta y alioli, una mezcla que siempre funciona.
Y tras compartir el disfrute de estos cuatro platos, llegamos a un final que no defraudó. Disfrutamos mucho del postre de chocolate con helado de almendra —lamentamos no acordarnos de su nombre—, pero es que la tarta de queso nos hizo olvidarnos de él. Con una base crujiente y un interior cremoso, fue una cucharada de placer detrás de otra, en consonancia con todo lo que fue nuestra visita a toda una taska de lujo.
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